Conquista de Valencia
Batalla de Cuarte,
21 de octubre de 1094. Los almorávides intentan recuperar
Valencia, a la que sitian con cerca de 10.000 combatientes. El Cid decidió,
transcurrida una semana de asedio, salir de noche por la puerta de Boatella del
sur-sudoeste con el grueso de su mesnada y emboscarse a espaldas de la
retaguardia enemiga y el Real almorávide al sur de Cuarte.
Un segundo cuerpo de
caballería poco numeroso salió al alba por la puerta de la Culebra y avanzó
directamente hacia la vanguardia del enemigo, situada al este de Mislata, con
el fin de provocar el avance de la caballería almorávide y emprender una rápida
retirada que la atrajera hacia Valencia en una maniobra de distracción similar
al tornafuye. Con ello se debilitó la cohesión de la formación musulmana que se
extendía a lo largo de unos cinco kilómetros entre Cuarte y Valencia.
A continuación
el Campeador atacó la retaguardia almorávide, produjo la desbandada musulmana,
tomó el Real y obtuvo una rápida victoria. Fue la primera derrota del Imperio almorávide ante un ejército cristiano.
Tras el verano de 1092,
con el Cid aún en Zaragoza, el cadí Ibn Yahhaf con el apoyo de la facción
almorávide promovió la ejecución de Al-Qadir
(28 de octubre) y se hizo con el poder en Valencia. Al conocer la noticia, el Campeador
regresó a Valencia a comienzos de noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla,
actualmente en el término municipal de El Puig,
a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año 1093 con la decidida
intención de que le sirviera de base de operaciones para un definitivo asalto a
Valencia.Ese verano comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de Al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. El estrecho cerco se prolongaría por casi un año entero, tras el cual Valencia se vio obligada a capitular el 17 de junio de 1094. El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose «Príncipe Rodrigo el Campeador» y quizá de este periodo date el tratamiento de que derivaría en «Cid».
De todos modos, la presión almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn, sobrino del emperador Yusuf, llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en batalla campal.
Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095.
Huerta de Gandía. No lejos de este paraje, el Cid y Pedro I de Aragón derrotaron en 1097 al ejército almorávide
en la batalla de Bairén.
Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra. A fines de 1097 tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.
También en 1098 consagró la nueva Catedral de Santa María, reformando la que había sido mezquita aljama. Había situado a un obispo cluniaciense, Jerónimo de Perigord, al frente de la nueva sede episcopal en detrimento del antiguo metropolitano mozárabe o sayyid almaṭran, debido a la desafección que se había producido entre el Campeador y la comunidad mozárabe durante el sitio de Valencia de septiembre y octubre de 1094. En el diploma de dotación de la catedral de fines de 1098 Rodrigo se presenta como «princeps Rodericus Campidoctor», considerándose un soberano autónomo pese a no tener ascendencia real, y se alude a la batalla de Cuarte como un triunfo conseguido rápidamente y sin bajas sobre un número enorme de mahometanos.
Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer III con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. El año de su muerte había casado a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona y María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar de mio Cid «hoy los reyes de España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.
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