miércoles, 30 de noviembre de 2011

El Cid lucha entre musulmanes y cristianos

 

Musulmanes contra cristianos:


EL CID CAMPEADOR: La lucha encarnizada que empeñaron a porfía musulmanes y cristianos tiene el carácter de epopeya.
En esa epopeya aparecen muchos héroes, y entre esos héroes descuella el Cid Campeador, el más ilustre y memorable de todos los caballeros cristianos.

Se llamaba Rodrigo Ruy Díaz de Vivar, era un barón castellano de muy noble familia. La fecha de su nacimiento no se conoce exactamente, pues mientras que unos la lijan en 1026, otros dan la de 1045.
En poco tiempo le hizo célebre su brazo vigoroso, su audacia sin escrúpulos y su arrogancia. Durante, una guerra entre castellanos y navarros, reté una vez antes de la batalla al más bravo de los enemigos, y, como resultó, vencedor, recibió el sobrenombre de Campeador, es decir campeón.

Ruy Díaz era un barón del siglo XI, impetuosamente apasionado y no muy riguroso en cuanto a moralidad; como vasallo, se hizo tan sospechoso al rey Alfonso VI, que hubo de salir de Castilla, y por venganza tal vez, poner su espada al servicio del emir de Zaragoza.
El ilustre nombre de Cid tiene, por origen el titulo que le daban los guerreros musulmanes: Sidi, es decir, señor, en lengua árabe.

El Cid, que tenía carácter independiente y muy grandes ambiciones, resolvió abrirse paso y alcanzar un principado a fuerza de mandobles.
Aprovechando las luchas entre los almorávides y los emires, atacó a Valencia, capital de un estado musulmán. Poco incitado a la conmiseración hizo arrojar al fuego, echar a los, dogos o vender como esclavos, a cuantos trataron de escapar de aquella ciudad hambrienta. Valencia capitulé (1094.) XI el Cid, a quien este hecho valió ser jefe de estado, continué sus conquistas. Varios reyes moros y hasta un señor cristiano, el conde de Barcelona, fueron intimados a pagarle tributo.

El Cid resistió victoriosamente los ataques de los almorávides, y a partir de tal proeza su único intento fue echar a los musulmanes fuera de España. Entonces se oyó decir, a un árabe << Un Rodrigo ha perdido esta península, y otro Rodrigo la recobrará. >> Pero murió en 1099.
Su viuda Jimena no pudo resistir mucho tiempo a los almorávides y, después de haber incendiado a Valencia, la abandonó a los infieles y volvió a Castilla, llevando consigo el cuerpo del héroe, que fue enterrado en el monasterio de San Pedro de Cardeña, cerca Burgos (1102)

Tal es la historia verdadera del Cid, ya de suyo maravillosa. La leyenda ha engrandecido mucho más al héroe, haciendo del Cid el modelo del caballero cristiano y patriota, y el campeón invencible de la independencia nacional. El Cid legendario es un paladín que defiende por todas partes el honor, y castiga a los traidores y felones; pero es también el más altanero de los barones, ante el cual todos los reyes tiemblan.

En la Crónica rimada, fragmento épico del siglo XII, al que se le suele dar el nombre de Leyenda de las mocedades del Cid, Rodrigo, aun joven, enviado a la corte real, no consiente besar la mano al rey sino después de haber recibido la orden de su padre don Diego; pero lo hizo de tal manera, e hizo relucir tanto su espada; que, asustado el rey de tal homenaje, le dijo: << Retírate, Rodrigo; déjame: vete a otra parte, demonio, porque con tus gestos de hombre tienes los movimientos de un león furioso. >>


Información buscada:-http://www.la-historia.com.ar/historia_edadmedia84.asp

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Segundo destierro: su intervención en Levante

Sin embargo, antes de terminar 1088, se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso VI había conquistado Aledo (provincia de Murcia), desde donde ponía en peligro las taifas de Murcia, Granada y Sevilla, con continuas algaradas de saqueo. Entonces las taifas andalusíes solicitaron de nuevo la intervención del emperador almorávide, Yusuf ibn Tashufin, que sitió Aledo el verano de 1088. Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, que se dirigió hacia Murcia, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro. En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro aplicándole además una medida que solo se ejecutaba en casos de traición, que conllevaba la expropiación de sus bienes; extremo al que no había llegado en el primer destierro. Es a partir de este momento que el Cid comenzó a actuar a todos los efectos como un caudillo independiente y planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey.43 Castillo de Murviedro (hoy Sagunto). A comienzos de 1089 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a Murviedro, lo que provocó que Al-Qádir de Valencia pasara a pagarle tributos para asegurarse su protección. A mediados de ese año amenaza la frontera sur del rey de Lérida Al Mundir y de Berenguer Ramón II de Barcelona estableciéndose firmemente en Burriana,44 a poca distancia de las tierras de Tortosa, que pertenecían a Al-Mundir de Lérida. El rey leridano, que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con Berenguer Ramón II, quien atacó al Cid el verano de 1090, pero el castellano lo derrotó en Tévar, posiblemente un pinar situado en el actual puerto de Torre Miró, entre Monroyo y Morella. El conde de Barcelona, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el Levante. Como consecuencia de estas victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como tributarios a Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Jérica, Segorbe y Almenara.45 En 1092 reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de Peña Cadiella (actualmente La Carbonera, sierra de Benicadell), pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con Sancho Ramírez de Aragón y Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la Taifa de Tortosa, que había sido sometida por el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia. Alfonso VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple contra el Cid, pero la demora de la armada pisano-genovesa que debía apoyarle y el alto coste de mantener el sitio, obligó al rey al abandonó de las tierras valencianas. Rodrigo, que estaba en Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo de Al-Musta'in II, tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en La Rioja. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y solo el potente Imperio almorávide, entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente. La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas (Tortosa, Alpuente, Albarracín, y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano.46

Juventud. Al servicio de Sancho II de Castilla.


Juventud. Al servicio de Sancho II de Castilla:




Rodrigo Díaz, muy joven, sirvió al infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras, pues está documentado que sabía leer y escribir.
Existe un diploma de dotación a la Catedral de Valencia de 1098 que Rodrigo suscribe con la fórmula autógrafa ('Yo Rodrigo, junto con mi esposa, suscribo lo que está arriba escrito').
Tuvo, asimismo, conocimientos de derecho, pues intervino en dos ocasiones a instancias regias para dirimir contenciosos jurídicos, aunque quizá en el ambiente de la corte un noble de la posición de Rodrigo Díaz pudiera estar oralmente familiarizado con conceptos legales lo suficiente como para ser convocado en este tipo de procesos.

Posiblemente Rodrigo Díaz acompañara al ejército del aún infante Sancho II cuando acudió a la batalla de Graus para ayudar al rey de la taifa de Zaragoza Al-Muqtadir contra Ramiro I de Aragón.
Desde el acceso al trono de Castilla de Sancho II los últimos días del año 1065 hasta la muerte de este rey en 1072, el Cid gozó del favor regio como magnate de su séquito, y podría haberse ocupado de ser armiger regis 'armígero real', cuya función en el siglo XI sería similar a la de un escudero, ya que sus atribuciones no eran todavía las del alférez real descrito en Las Partidas en el siglo XIII. El cargo de armígero se convertiría en el de alférez a lo largo del siglo XII, pues iría asumiendo competencias como la de portar la enseña real a caballo y ocupar la jefatura de la mesnada del rey.

Durante el reinado de Sancho II de Castilla las tareas del armiger (guardar las armas del señor, fundamentalmente en ceremonias formales) serían encomendadas a caballeros jóvenes que se iniciaban en las funciones palatinas.
Sin embargo, en el reinado de Sancho II no hay documentado ningún armiger regis, con lo que este dato podría deberse únicamente a la fama que se propagó posteriormente de que Rodrigo Díaz era el caballero predilecto de este, y de ahí que las fuentes de fines del siglo XII le adjudicaran el cargo de alférez real.

Combatió con Sancho en la guerra que este sostuvo contra su hermano Alfonso VI, rey de León, y con su hermano García, rey de Galicia. Los tres hermanos se disputaban la primacía sobre el reino dividido tras la muerte del padre y luchaban por reunificarlo. Las cualidades bélicas de Rodrigo comenzaron a destacar en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072).13 Tras esta última Alfonso VI fue capturado, de modo que Sancho se adueñó de León y de Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León. Quizá en estas campañas ganara Rodrigo Díaz el sobrenombre de «Campeador», es decir, guerrero en batallas a campo abierto.

Tras el acceso de Sancho al trono leonés, parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Con la ayuda de Rodrigo Díaz el rey sitió la ciudad, pero murió asesinado -según cuenta una extendida tradición- por el noble zamorano Bellido Dolfos, si bien la Historia Roderici no recoge que la muerte fuera por traición.28 El episodio del Cerco de Zamora es uno de los que más recreaciones ha sufrido por parte de cantares de gesta, crónicas y romances, por lo que la información histórica acerca de este episodio es muy difícil de separar de la legendaria.



-Información buscada en: Wikipedia

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La leyenda del Cid

El desarrollo de la leyenda 

La literatura de creación pronto inventó aquello que se desconocía o completaba la figura del Cid, contaminando progresivamente las fuentes más históricas con las leyendas orales que iban surgiendo para ensalzarlo y despojar su biografía de los elementos menos aceptables por la mentalidad cristiana y el modelo heroico que se quería configurar, como su servicio al rey musulmán de Saraqusta. Sus hazañas fueron incluso objeto de inspiración literaria para escritores cultos y eruditos, como lo demuestra el Carmen Campidoctoris, un himno latino escrito hacia 1190 en poco más de un centenar de versos sáficos que cantan al Campeador ensalzándolo como se hacía con los héroes y atletas clásicos grecolatinos.

 En este panegírico ya no se encuentran registrados los servicios de Rodrigo al rey de la taifa de Zaragoza; además, se han dispuesto combates singulares con otros caballeros en sus mocedades para resaltar su heroísmo, y aparece el motivo de los murmuradores, que provocan la enemistad del rey Alfonso, con lo que el rey de Castilla queda exonerado en parte de responsabilidad en el desencuentro y destierro del Cid. En resumen, el Carmen es un catálogo selecto de las proezas de Rodrigo, para lo cual se prefieren las lides campales y se desechan de sus fuentes (Historia Roderici y quizá la Crónica najerense) algaras de castigo, emboscadas o asedios, formas de combate que conllevaban un menor prestigio.

De esta misma época data el primer cantar de gesta sobre el personaje: el Cantar de mio Cid, escrito entre 1195 y 1207 por un autor culto, letrado de la zona de Burgos, Soria, laComarca de Calatayud, Teruel o Guadalajara60 y con conocimientos de derecho. El poema épico se inspira en los hechos de la última parte de su vida (destierro de Castilla, batalla con el conde de Barcelona, conquista de Valencia), convenientemente recreados. La versión del Cid que ofrece el Cantar constituye un modelo de mesura y equilibrio.

Así, cuando de un prototipo de héroe épico se esperaría una inmediata venganza de sangre, en esta obra el héroe se toma su tiempo para reflexionar al recibir la mala noticia del maltrato de sus hijas («cuando ge lo dizen a mio Cid el Campeador, / una grand ora pensó e comidió», vv. 2827-8) y busca su reparación en un solemne proceso judicial; rechaza, además, actuar precipitadamente en las batallas cuando las circunstancias lo desaconsejan. Por otro lado, el Cid mantiene buenas y amistosas relaciones con muchos musulmanes, como su aliado y vasallo Abengalbón, que refleja el estatus de mudéjar (los «moros de paz» del Cantar) y la convivencia con la comunidad hispanoárabe, de origen andalusí, habitual en los valles delJalón y Jiloca por donde transcurre buena parte del texto.61 La literaturización y desarrollo de detalles anecdóticos ajenos a los hechos históricos también se da en las crónicas desde muy pronto.

La Crónica najerense, todavía en latín y compuesta hacia 1190, ya incluía junto a los materiales provenientes de la Historia Rodericiotros más fantasiosos relacionados con la actuación de Rodrigo persiguiendo a Bellido Dolfos en el episodio legendario de la muerte del rey Sancho a traición en el Cerco de Zamora, y que darían origen al no menos literario de la Jura de Santa Gadea. Unos años más tarde (hacia 1195) aparece el Linage de Rodric Díaz en aragonés, un texto genealógico y biográfico que recoge también la persecución y alanceamiento del Cid al regicida de la leyenda de Bellido Dolfos.

En el siglo XIII, las crónicas latinas de Lucas de Tuy (Chronicon mundi, 1236), y Rodrigo Jiménez de Rada (Historia de rebus Hispanie, 1243), mencionan de pasada los hechos más relevantes del Campeador, como la conquista de Valencia. En la segunda mitad de dicho siglo, Juan Gil de Zamora, en Liber illustrium personarum y De Preconiis Hispanie, dedica algunos capítulos al héroe castellano. A comienzos del siglo XIV, otro tanto hará Gonzalo de Hinojosa, obispo de Burgos, en Chronice ab origine mundi. La sección correspondiente al Cid de la Estoria de España de Alfonso X de Castilla se ha perdido, pero la conocemos a partir de sus versiones tardías. Además de fuentes árabes, latinas y castellanas, el rey sabio tomaba los cantares de gesta como fuentes documentales que prosificaba.

Las distintas reelaboraciones de las crónicas alfonsíes fueron ampliando el acopio de información y relatos de toda procedencia sobre la biografía del héroe. Así, tenemos materiales cidianos, cada vez más alejados del Rodrigo Díaz histórico, en la Crónica de veinte reyes (1284), Crónica de Castilla (c. 1300), la Traducción gallega (unos años más tarde), la Crónica de 1344 (escrita en portugués, traducida al castellano y posteriormente de nuevo rehecha en portugués alrededor del año 1400), la Crónica Particular del Cid (siglo XV; con primera edición impresa en Burgos, 1512) y la Crónica ocampiana (1541), redactada por el cronista de Carlos I Florián de Ocampo. La existencia de los cantares de gesta de la Muerte del rey Fernando, el Cantar de Sancho II y la primitiva Gesta de las Mocedades de Rodrigo, ha sido conjeturada a partir de estas prosificaciones de la Estoria de España, análogamente a la versión en prosa que aparece allí del Cantar de mio Cid. Hasta el siglo XIV fue fabulada su vida en forma de epopeya, pero cada vez con más atención a su juventud, imaginada con mucha libertad creadora, como se puede observar en las tardías Mocedades de Rodrigo, en que se relata cómo en sus años mozos se atreve a invadir Francia y a eclipsar las hazañas de las chansons de geste francesas.

El último cantar de gesta le dibujaba un carácter altivo muy del gusto de la época, que contrasta con el personaje mesurado y prudente del Cantar de mio Cid. Pero al perfil del Cid legendario le faltaba aún el carácter piadoso. La Estoria o Leyenda de Cardeña se encarga de darlo recopilando un conjunto de noticias elaboradas ad hoc por los monjes del monasterio homónimo acerca de los últimos días del héroe, el embalsamado de su cadáver y la llegada de Jimena con él al monasterio burgalés, donde quedó expuesto sentado por diez años hasta ser enterrado. Este relato, que incluye componentes sobrenaturales hagiográficos y persigue convertir al monasterio en lugar de culto a la memoria del héroe ya sacralizado, fue incorporado a las crónicas castellanas empezando por las distintas versiones de la Estoria de España alfonsí.

En la Leyenda de Cardeñaaparece por vez primera la profecía de que Dios concederá al Cid la victoria en la batalla aun después de su muerte.62 63 Entre otros aspectos legendarios que se desarrollaron a la muerte del Cid en torno al monasterio de San Pedro de Cardeña, algunos de los cuales se reflejan en el epitafio épicoque ornaba su tumba, pudieron estar el utilizar a dos espadas con nombres propios: la llamada Colada y la Tizona, que según la leyenda perteneció a un rey de Marruecos y estaba hecha en Córdoba. Ya desde el Cantar de mio Cid (solo cien años desde su muerte) esta tradición ha propagado los nombres de sus espadas, de su caballo Babieca y de su lugar de nacimiento, Vivar, si no es que su origen es el propio Cantar de mio Cid, pues es la primera vez que aparecen las espadas, el caballo y el lugar de nacimiento.

 A partir del siglo XV se va perpetuando la versión popular del héroe asentada sobre todo en el ciclo cidiano del romancero. Su juventud y sus amores con Jimena fueron desarrollados en numerosos romances con el fin de introducir el tema sentimental en el relato completo de su leyenda. Del mismo modo, se añadieron en ellos más episodios que le retrataban como un piadoso caballero cristiano, como el viaje a Santiago de Compostela o su caritativo comportamiento con un leproso, a quien, sin saber que es una prueba divina (pues es un ángel transformado en tullido), el Cid ofrece su comida y conforta. El personaje se va configurando, de ese modo, como perfecto amante y ejemplo de piedad cristiana.

Todos estos pasajes formarán la base de las comedias del Siglo de Oro que tomaron al Cid como protagonista. Para dar unidad biográfica a estas series de romances se elaboraron compilaciones que orgánicamente reconstruían la vida del héroe, entre las que sobresale la titulada Romancero e historia del Cid (Lisboa, 1605), reunida por Juan de Escobar y profusamente reeditada. En el siglo XVI, además de continuar con la tradición poética de elaborar romances artísticos, le fueron dedicadas varias obras teatrales de gran éxito, generalmente inspiradas en el propio romancero. En 1579 Juan de la Cueva escribió la comedia La muerte del rey don Sancho, basada en la gesta del cerco de Zamora. En este material se basó también Lope de Vega para componer Las almenas de Toro.

Pero la más importante expresión teatral basada en el Cid son las dos obras de Guillén de Castro Las mocedades del Cid y Las hazañas del Cid, escritas entre 1605 y 1615. Corneille se basó (por momentos al pie de la letra) en la obra del español para componer Le Cid (1636), un clásico del teatro francés. Los románticos recogieron con entusiasmo la figura del Cid siguiendo el romancero y las comedias barrocas: ejemplos de la dramaturgia del siglo XIX son La jura de Santa Gadea, de Hartzenbusch y La leyenda del Cid, deZorrilla, una especie de extensa paráfrasis de todo el romancero del Cid en aproximadamente diez mil versos. También fueron recreadas sus aventuras en novelas históricas a lo Walter Scott, como en La conquista de Valencia por el Cid (1831), del valenciano Estanislao de Cosca Vayo. El romanticismo tardío escribió profusamente reelaboraciones de la biografía legendaria del Cid, como la novela El Cid Campeador (1851), de Antonio de Trueba.64 En la segunda mitad del siglo XIX el género deriva a lanovela de folletín, y Manuel Fernández y González escribió una narración de este carácter llamada El Cid, al igual que Ramón Ortega y Frías. En el ámbito teatral Eduardo Marquina lleva al modernismo este asunto con el estreno en 1908 de Las hijas del Cid. En el siglo XX aparecen versiones poéticas modernas del Cantar de mio Cid, como las que realizaron Pedro Salinas, en verso, y Camilo José Cela.

Las ediciones críticas más recientes del Cantar han devuelto el rigor a su edición literaria; así, la más autorizada actualmente es la de Alberto Montaner Frutos, editada en 1993 para la colección «Biblioteca Clásica» de la editorial Crítica, y revisada en 2007 y en 2011 en ediciones de Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, la última, además, cuenta con el aval de la Real Academia Española. Una de las magnas obras del poeta chileno Vicente Huidobro es La hazaña del Mío Cid (1929), que como él mismo se encarga de señalar, es una «novela escrita por un poeta».

A mediados del siglo XX el actor Luis Escobar hizo una adaptación de Las mocedades del Cid para el teatro, titulada El amor es un potro desbocado; en los ochenta José Luis Olaizola publicó el ensayo El Cid el último héroe, y en el año 2000 el catedrático de historia y novelista José Luis Corral escribió una novela desmitificadora sobre el personaje titulada El Cid.

En 2007 Agustín Sánchez Aguilar publicó la leyenda del Cid, adaptándola a un lenguaje más actual, pero sin olvidar la épica de las hazañas del caballero castellano.

Conquista de Valencia

Tras el verano de 1092, con el Cid aún en Zaragoza, el cadí Ibn Yahhaf con el apoyo de la facción almorávide promovió la ejecución de Al-Qadir (28 de octubre) y se hizo con el poder en Valencia. Al conocer la noticia, el Campeador regresó a Valencia a comienzos de noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla, actualmente en el término municipal de El Puig, a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año 1093 con la decidida intención de que le sirviera de base de operaciones para un definitivo asalto a Valencia. Ese verano comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de Al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. El estrecho cerco se prolongaría por casi un año entero, tras el cual Valencia se vio obligada a capitular el 17 de junio de 1094.4 El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose «Príncipe Rodrigo el Campeador»13 y quizá de este periodo date el tratamiento de que derivaría en «Cid». De todos modos, la presión almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn, sobrino del emperador Yusuf, llegó hastaCuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en batalla campal.42 Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095. Huerta de Gandía. No lejos de este paraje, el Cid y Pedro I de Aragón derrotaron en 1097 al ejército almorávide en labatalla de Bairén. En 1097 una nueva incursión almorávide al mando de nuevo de Muhammad ibn Tasufin intentó recuperar Valencia para el islam, pero cerca de Gandía fue derrotado otra vez por el Campeador con la colaboración del ejército de Pedro I de Aragón en la batalla de Bairén. Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra.43 A fines de 1097tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya. También en 1098 consagró la nueva Catedral de Santa María, reformando la que había sido mezquita aljama. Había situado a un obispo cluniaciense, Jerónimo de Perigord, al frente de la nueva sede episcopal en detrimento del antiguo metropolitano mozárabe o sayyid almaṭran, debido a la desafección que se había producido entre el Campeador y la comunidad mozárabe durante el sitio de Valencia de septiembre y octubre de 1094. En el diploma de dotación de la catedral de fines de 1098 Rodrigo se presenta como «princeps Rodericus Campidoctor», considerándose un soberano autónomo pese a no tener ascendencia real, y se alude a la batalla de Cuarte como un triunfo conseguido rápidamente y sin bajas sobre un número enorme de mahometanos.44 Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer III con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. El año de su muerte había casado a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infanteRamiro Sánchez de Pamplona45 y María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III.46 47 Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar de mio Cid «hoy los reyes de España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.48

Buscado en wikipedia.

Nacimiento del Cid

Nacimiento del Cid


Rodrigo Díaz nació a mediados del siglo XI; las distintas propuestas dignas de estudio han cambiado entre 1041 (Menéndez Pidal) y 1057 (Ubieto Arteta), aunque actualmente cuenta con más partidarios una fecha situada entre 1045 y 1050.

Según Martínez Diez lo más probable es que naciera en 1048.
Su lugar de nacimiento está firmemente señalado por la tradición en Vivar del Cid, a 10 km de Burgos, aunque se carece de fuentes contemporáneas a Rodrigo que lo corroboren, y la asociación de Vivar con el Cid se documenta por vez primera en el Cantar de mio Cid.

Era hijo de Diego Laínez, infanzón «capitán de frontera» en las luchas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna (Atapuerca) o de Diego Flaínez, en cuyo caso se trataría de un miembro de una ilustre familia leonesa, los Flaínez, descendiente de uno de los cuatro más altos linajes del noroeste español, condes emparentados con los Vanigómez, Ramiro II de León y los reyes de Asturias.
De su madre se conoce el apellido, Rodríguez (más inseguro es su nombre, que podría ser María, Sancha o Teresa), hija de Rodrigo Álvarez de Asturias, de una de las familias nobles del condado de Castilla.

Según la Historia Roderici, su abuelo por vía paterna era Laín Núñez, quien aparece como testigo en documentos expedidos por el rey Fernando I de León y Castilla, a su vez descendiente de Laín Calvo, uno de los míticos Jueces de Castilla. Sin embargo, la genealogía de la Historia Roderici parece encaminada a buscarle parentesco con los legendarios Jueces castellanos. Según Margarita Torres y Alberto Montaner Frutos, su abuelo sería Flaín Muñoz, un conde de León.

Francisco Javier Peña Pérez resume el estado de la cuestión en una monografía de 2009.
Todas las interpretaciones parten de la genealogía de la Historia Roderici, y el propio autor de la biografía latina da su linaje con poca convicción utilizando la expresión «El origen de Rodrigo parece ser (esse videtur)...».
Además los ancestros paternos que allí aparecen no están documentados en diplomas de la época, excepto su padre, Diego Laínez o Flaínez, de forma esporádica. Menéndez Pidal, en su monumental La España del Cid (1929), en una línea de pensamiento neotradicionalista que se basa en la veracidad intrínseca de la literatura folclórica de cantares de gesta y romances, buscó a un Cid de orígenes castellanos y humildes dentro de los infanzones, lo que cuadraba con su pensamiento de que el Cantar de mio Cid contenía una esencial historicidad.

El poeta del Cantar diseña a su héroe como un caballero de baja hidalguía que asciende en la escala social hasta emparentar con monarquías, en oposición constante a los arraigados intereses de la nobleza terrateniente de León.
 Esta tesis tradicionalista es seguida también por Gonzalo Martínez Diez, quien ve en el padre del Cid a un «capitán de frontera» de poco relieve cuando señala «La ausencia total de Diego Laínez en todos los documentos otorgados por el rey Fernando I nos confirma que el infanzón de Vivar no figuró en ningún momento entre los primeros magnates del reino».
 Sin embargo, esta visión se conjuga mal con la calificación de la Historia Roderici, que habla de Rodrigo Díaz como «varón ilustrísimo», es decir, perteneciente a la aristocracia; en el mismo sentido se pronuncia el Carmen Campidoctoris, que lo hace «Nobiliori de genere ortus» ('Descendiente del más noble linaje').
 Por otro lado, recientes estudios han desvelado que el patrimonio que Rodrigo heredó de su padre era extenso, e incluía propiedades en numerosas localidades de la comarca del valle del río Ubierna, lo que solo era dado a un magnate, para lo que no obsta haber adquirido estas potestades en su vida de guerrero en la frontera, como sí fue el caso del padre del Cid. Se conjetura que el padre de Rodrigo Díaz no perteneció a la corte real o bien por su oposición a Fernando I, o bien por haber nacido de matrimonio ilegítimo, lo que parece más probable.
 El apellido materno, por otra parte, era de antiguo abolengo. Dado este panorama, Peña Pérez.


Información sacada de: Wikipedia.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Reconciliación con Alfonso VI

El 25 de mayo de 1085 Alfonso VI conquista la taifa de Toledo y en 1086 inicia el asedio a Zaragoza, ya con Al-Musta'in II en el trono de esta taifa, quien también tuvo a Rodrigo a su servicio. Pero a comienzos de agosto de ese año un ejército almorávide avanzó hacia el interior del reino de León, adonde Alfonso se vio obligado a interceptarlo, con resultado de derrota cristiana en la batalla de Sagrajas. Es posible que durante el cerco a Zaragoza Alfonso se reconciliara con El Cid. La llegada de los almorávides, que observaban más estrictamente el cumplimiento de la ley islámica, hacía difícil para el rey taifa de Zaragoza mantener a un jefe del ejército y mesnada cristianos. Por otro lado, Alfonso VI pudo condonar la pena a Rodrigo ante la necesidad que tenía de valiosos caudillos con que enfrentar el nuevo poder de origen norteafricano. Rodrigo acompaña a la corte del rey de León y Castilla en la primera mitad de 1087, y en verano se dirigió hacia Zaragoza, donde se reunió de nuevo con Al-Musta'in II y, juntos, tomaron la ruta de Valencia para socorrer al rey-títere Al-Qadir del acoso de Al-Mundir (rey de Lérida entre 1082 y 1090), que se había aliado con Berenguer Ramón II de Barcelona para conquistar la rica taifa valenciana, en esta época un protectorado de Alfonso VI. El Cid logró repeler la incursión de Al-Mundir de Lérida, pero poco después, el rey de la taifa leridana tomaba la importante plaza fortificada de Murviedro (actual Sagunto), acosando otra vez peligrosamente a Valencia. Ante esta difícil situación, Rodrigo Díaz marchó a Castilla al encuentro de su rey para solicitar refuerzos y planear la estrategia defensiva en un futuro. Fruto de estos planes y acciones sería la posterior intervención cidiana en el Levante, que traería como resultado una sucesión encadenada de acciones bélicas que le llevarían a acabar por rendir la capital del Turia. Reforzada la mesnada del Cid, se encaminó a Murviedro con el fin de expugnar al rey hudí de Lérida. Al llegar el Cid a Murviedro, Valencia estaba siendo sitiada por Berenguer Ramón II. Rodrigo, ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con Al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. El 4 de junio de 1088 celebró la Pascua de Pentecostés en Calamocha33 y se dirigió de nuevo a tierras levantinas. Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI, posiblemente de acuerdo con el rey castellano-leonés.

Buscado en wikipedia.

Información general sobre el Cid


Información sacada de: http://web.jet.es/vliz/cid.htm

Rodrigo Díaz nació en Vivar, pequeña aldea situada a 7 kilómetros de la ciudad de Burgos en 1043. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Alvarez. Descendiente es por línea paterna de Laín Calvo, uno de los dos Jueces de Castilla.
A los 15 años quedó huérfano de padre y se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. También se educó en las letras y en las leyes, seguramente en el monasterio de San Pedro de Cardeña, lecciones que le servirían posteriormente para representar en pleitos al mismo monasterio y también al mismísimo Alfonso VI el cual confió al burgalés numerosas misiones diplomáticas en las que debía conocer perfectamente las leyes.
Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y guerreó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.
A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" -Campidoctor- al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra.
A los 24 años era conocido ya como Cidi o Mío Cid, expresión de cariño y admiración.
Con la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y tras la jura de Santa Gadea tomada por Rodrigo al nuevo rey castellano, Alfonso VI, la suerte del Cid cambió y su gran capacidad fue desechada por la ira y envidia del nuevo monarca.
En 1081 el Cid es desterrado por primera vez de Castilla. 300 de los mejores caballeros castellanos le acompañaron en tan difícil situación. Esta etapa duró unos 6 años los cuales fueron aprovechados por Rodrigo y sus hombres para hacer de Zaragoza su cuartel general y luchar en el Levante.
Vuelve a Burgos en 1087 pero poco duró su paz con el rey por lo que marchó de hacia Valencia donde se convirtió en el protector del rey Al-Cádir y sometió a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente.
El almorávide Yusuf cruza en 1089 el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso pide ayuda al caballero castellano, pero por una mal entendido entre ambos surge una nueva rencilla entre el rey y su leal súbdito y el monarca le destierra por segunda vez en 1089.
En los diez años siguientes, la fama del Cid se acrecentó espectacularmente al contrario que el reinado del rey. En menos de un año el Cid se hizo señor  de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín, y Alpuente.
En torno al 1093, matan a su protegido de Valencia Al-Cádir, ciudad que fue tomada por Ben Yehhaf. El Cid asedió durante 19 meses la ciudad y finalmente entró triunfal en junio de 1094.
Rodrigo se convirtió en el señor de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable y equilibrado, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y gentes eminentes en el mundo de las leyes, en definitiva, organizó con grandísima maestría la vida del municipio valenciano.
Aún habría de combatir numerosas batallas, como la que el mismo año le enfrentó al emperador almorávide Mahammad, sobrino de Yusuf, el cual se presentó a las puertas de Valencia con 150.000 caballeros. La victoria fue total, tan grande fue el número de enemigos como grande fue el botín a ellos recogido.
En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego.
El domingo 10 de julio de 1099, muere el Cid. Toda la cristiandad lloró su muerte.

Muerte del cid y la ópera.


Fallecimiento del cid


Su muerte se produjo en Valencia entre mayo y julio de 1099, según Martínez Diez, el 10 de julio.
Su esposa Jimena, convertida en señora de Valencia, consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante un tiempo, pero en mayo de 1102, ante la imposibilidad de defender el principado, la familia y gente del Cid abandonaron Valencia con la ayuda de Alfonso VI.

Rodrigo Díaz fue inhumado en la catedral de Valencia, por lo que no fue voluntad del Campeador ser enterrado en el monasterio de San Pedro de Cardeña, adonde fueron llevados sus restos tras el desalojo cristiano de la capital levantina.

 Durante la Guerra de la Independencia los soldados franceses profanaron su tumba. Los restos fueron recuperados y, en 1842, trasladados a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos.

Desde 1921 reposan junto con los de su esposa Doña Jimena en un emplazamiento privilegiado de la Catedral de Burgos.





El cid en la ópera




Peter Cornelius dedicó la segunda de sus óperas, Der Cid (1865), al héroe castellano.
Se trata de un drama lírico en tres actos, en el que Cornelius trató de apartarse de la influencia musical de Richard Wagner.

Georges Bizet compuso en 1873 una ópera en cinco actos titulada Don Rodrigue, inspirada en Las mocedades del Cid de Guillén de Castro. Nunca llegó a estrenarse y, salvo algunos fragmentos, no se ha conservado la partitura, que Ernest Guiraud consideraba una obra maestra.

La historia del Cid fue adaptada para la ópera en cuatro actos por los libretistas Adolphe-Philippe D'Ennery, Edouard Blau y Louis Gallet basándose en la obra de Pierre Corneille, y compuesta por el músico Jules Massenet (1885).

Claude Debussy comenzó a poner música a un libreto de Catulle Mendès titulado Rodrigue et Chimène y trabajó en él entre 1890 y 1893, pero no terminó la obra por otros proyectos. Más tarde fue concluida por un compositor ruso y Richard Langham-Smith la estrenó en 1987 en París y la repuso en Lyon en 1993, aunque con escasa repercusión.

Manuel Manrique de Lara, compone una trilogía operística cidiana entre 1906 y 1911, que está formada por Rodrigo y Jimena, El cerco de Zamora y Mio Cid.



Información sacada de: Wikipedia

jueves, 3 de noviembre de 2011

Caballo del Cid, pintura del Cid y el Cid y Sevilla.

El Caballo del Cid:


Babieca fue el caballo de Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador” (1.043-1.099), Algunos dicen que se trataba de un caballo blanco andaluz.

Otros, sin embargo, creen que era de origén leonés, concretamente de la comarca de Babia (de ahí su nombre "Babieca"). En el segundo caso, probablemente fuera un caballo de raza asturcona.

Este caballo, según la leyenda, fue usado por el cadáver de El Cid, con la ayuda de la esposa de El Cid puso su cadáver en el caballo y todos pensaron que seguía vivo.

Después no volvió a ser montado y murió dos años más tarde a la increíble edad de 40 años




El Cid en la pintura:


Primera Hazaña del Cid, óleo sobre lienzo de Juan Vicens Cots (1864), conservado en el Museo del Prado.

Jura de Santa Gadea, lienzo de Marcos Hiráldez Acosta (1864), actualmente en el Palacio del Senado.

Las Hijas del Cid, óleo de Dióscoro Puebla (1871), conservado en el Museo del Prado.

Las Hijas del Cid, óleo sobre lienzo de Ignasi Pinazo i Camarlench (1879), conservado en la Diputación de Valencia.

La Jura de Santa Gadea, lienzo de Armando Menocal (1887), conservado en el Ayuntamiento de Alfafar (Valencia).

El Cid Campeador, mural de José Vela Zanetti en la cúpula del Palacio de la Diputación Provincial de Burgos (1965).


El Cid y Sevilla:



En 1079, se dirige a Sevilla para cobrar los tributos (parias) del rey de Sevilla a Alfonso VI. Esta en ello cuando él y el rey de Sevilla fueron atacados por el rey de Granada y García Ordoñez. Las mesnadas del Cid consiguen vencer a los asaltantes y Rodrigo humilla a García Ordóñez en el castillo de Cabra, pero a la vuelta a Burgos, este último, y Pedro Ansúrez, desencadenan traición contra el Cid, consiguiendo que Alfonso VI le destierre, y prohibe a todos los burgaleses darle ayuda o aposento alguno, como así dicen los versos del Cantar:


 " Ya entra el Cid Ruy Díaz por Burgos;
   sesenta pendones le acompañan.
   Hombres y mujeres salen a verlo,
   los burgaleses y burgalesas se asoman a las ventanas:
   todos afligidos y llorosos.
   De todas las bocas sale el mismo lamento:
   ¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen Señor! "
   Mio Çid Roy Díaz  por Burgos entrove,
   En sue compaña  sessaenta pendones;
   exien lo ver  mugieres e varones,
   burgeses e burgesas   por las finiestras sone.
   De las sus bocas  todos dizían una razóne:
 " Dios, que buen vassallo, si oviese buen señore! "



->Información sacada de:


     -Wikipedia

     -http://web.jet.es/vliz/cid.htm

     -http://yaestaellistoquetodolosabe.lacoctelera.net/post/2006/06/22/babieca-fue-caballo-rodrigo-diaz-    
      vivar-el-cid


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Sus Espadas


La Tizona o Tizón es una de las espadas (junto a La Colada) que la tradición o la literatura atribuye al Cid Campeador. Según el Cantar de mio Cid (compuesto hacia 1200) la Tizón (su nombre hasta el siglo XIV)2 pertenecía al rey Búcar de Marruecos y el Cid se la ganó en Valencia. Después, sería uno de los regalos del Cid a sus yernos los infantes de Carrión, pero volvería a poder de Díaz de Vivar, quien se la acabó regalando a su sobrino, Pedro Bermúdez.
Al igual que sucede con la otra espada que el Cantar de mio Cid y la tradición posterior atribuye al Cid, la Colada, no existe ninguna prueba histórica de que existiera una espada llamada Tizón o Tizona que perteneciera al magnate castellano Rodrigo Díaz. Más tarde hubo una común opinión que identificaba la espada de Jaime I de Aragón el Conquistador, llamada Tisó, con la que se atribuye en el cantar de gesta al héroe castellano, pero se trata de otra creencia legendaria, pues en el Llibre dels fets (autobiografía del rey aragonés), donde se comentan con detalle aspectos de la Tisó, no se habla del origen cidiano de ninguna manera, por lo que lo más probable es que se trate de una coincidencia en el nombre de la espada. Además, la Tisó de los reyes de Aragón procedía de Ramón Berenguer I, que poseía esta espada hacia 1020. Esto hace difícil que la espada pasara de los condes de Barcelona al Cid y luego volviera a poder de la Casa de Aragón, y es más lógico pensar que la Tisó siempre perteneció a esta Casa.3
Hay otras varias Tizonas a las que se les ha atribuido ser la del Cid. Una de ellas figuraba en el inventario de los tesoros de la cámara regia de Castilla que fueron enajenados por Álvaro de Luna, recuperados en 1452 y localizados en un inventario de 1503 en el alcázar de Segovia. En dicho inventario se describía «una espada que se dize Tizona, que fue del Cid; tiene una canal por medio de amas partes, con unas letras doradas; tiene el puño e la cruz e la mançana de plata, e en ella castillos e leones de bulto [='en relieve'], e un leoncico dorado de cada parte de la cruz en medio; e tiene una vaina de cuero colorado, forrada de terciopelo verde». Esta espada era ceremonial, por los detalles de su guarnición (que reflejan la heráldica castellana) y pertenecería a algún miembro de la realeza de Castilla o de su familia; tras esta mención no hay más noticias, aunque se piensa que la hoja de espada con número de inventario G. 180 de la Real Armería de Madrid pudiera pertenecer a la espada descrita en 1503.3
La Colada es una de las dos espadas, junto a la Tizona, que la tradición legendaria atribuye al Cid. No consta en ninguna fuente contemporánea a Rodrigo Díaz el Campeador que hubiera ninguna espada llamada Colada perteneciente al magnate castellano.1
La atribución al Cid de la espada Colada pudo ser, por tanto, una invención del Cantar de mio Cid, donde se cuenta que fue ganada como botín de guerra a un Remont Verenguel, conde de Barcelona,2 y que regaló esta espada (junto a la Tizona) a sus yernos los Infantes de Carrión, que son personajes asimismo completamente ficticios.Tras la afrenta de Corpes (siempre según el Cantar de mio Cid), Ruy Díaz de Vivar les exigió la devolución de todos sus regalos y entregó entonces la espada a Martín Antolínez, uno de sus caballeros.

Informacion sacada de Wikipedia

La conquista de Valencia


Conquista de Valencia


Batalla de Cuarte, 21 de octubre de 1094. Los almorávides intentan recuperar Valencia, a la que sitian con cerca de 10.000 combatientes. El Cid decidió, transcurrida una semana de asedio, salir de noche por la puerta de Boatella del sur-sudoeste con el grueso de su mesnada y emboscarse a espaldas de la retaguardia enemiga y el Real almorávide al sur de Cuarte.

Un segundo cuerpo de caballería poco numeroso salió al alba por la puerta de la Culebra y avanzó directamente hacia la vanguardia del enemigo, situada al este de Mislata, con el fin de provocar el avance de la caballería almorávide y emprender una rápida retirada que la atrajera hacia Valencia en una maniobra de distracción similar al tornafuye. Con ello se debilitó la cohesión de la formación musulmana que se extendía a lo largo de unos cinco kilómetros entre Cuarte y Valencia. 

A continuación el Campeador atacó la retaguardia almorávide, produjo la desbandada musulmana, tomó el Real y obtuvo una rápida victoria. Fue la primera derrota del Imperio almorávide ante un ejército cristiano.
Tras el verano de 1092, con el Cid aún en Zaragoza, el cadí Ibn Yahhaf con el apoyo de la facción almorávide promovió la ejecución de Al-Qadir (28 de octubre) y se hizo con el poder en Valencia. Al conocer la noticia, el Campeador regresó a Valencia a comienzos de noviembre y sitió la fortaleza de Cebolla, actualmente en el término municipal de El Puig, a catorce kilómetros de la capital levantina, rindiéndola mediado el año 1093 con la decidida intención de que le sirviera de base de operaciones para un definitivo asalto a Valencia.

Ese verano comenzó a cercar la ciudad. Valencia, en situación de peligro extremo, solicitó un ejército de socorro almorávide, que fue enviado al mando de Al-Latmuní y avanzó desde el sur de la capital del Turia hasta Almusafes, a veintitrés kilómetros de Valencia, para seguidamente volver a retirarse. Ya no recibirían los valencianos más auxilio y la ciudad empezó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. El estrecho cerco se prolongaría por casi un año entero, tras el cual Valencia se vio obligada a capitular el 17 de junio de 1094. El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose «Príncipe Rodrigo el Campeador» y quizá de este periodo date el tratamiento de que derivaría en «Cid».

De todos modos, la presión almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn, sobrino del emperador Yusuf, llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en batalla campal.

Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia durante el sitio de Huesca, y tomó el Castillo de Serra y Olocau en 1095.

Huerta de Gandía. No lejos de este paraje, el Cid y Pedro I de Aragón derrotaron en 1097 al ejército almorávide en la batalla de Bairén.

En 1097 una nueva incursión almorávide al mando de nuevo de Muhammad ibn Tasufin intentó recuperar Valencia para el islam, pero cerca de Gandía fue derrotado otra vez por el Campeador con la colaboración del ejército de Pedro I de Aragón en la batalla de Bairén.

Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra. A fines de 1097 tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.

También en 1098 consagró la nueva Catedral de Santa María, reformando la que había sido mezquita aljama. Había situado a un obispo cluniaciense, Jerónimo de Perigord, al frente de la nueva sede episcopal en detrimento del antiguo metropolitano mozárabe o sayyid almaran, debido a la desafección que se había producido entre el Campeador y la comunidad mozárabe durante el sitio de Valencia de septiembre y octubre de 1094. En el diploma de dotación de la catedral de fines de 1098 Rodrigo se presenta como «princeps Rodericus Campidoctor», considerándose un soberano autónomo pese a no tener ascendencia real, y se alude a la batalla de Cuarte como un triunfo conseguido rápidamente y sin bajas sobre un número enorme de mahometanos.

Establecido ya en Valencia, se alió también con Ramón Berenguer III con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. El año de su muerte había casado a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona y María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar de mio Cid «hoy los reyes de España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.



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